domingo, 20 de abril de 2008

¡Feliz Cumpleaños!


Esta semana Piscialetto ha cumplido dos añitos, lo que equivale a 25 años humanos, así que podríamos decir que ya es adulto. No deja de ser curioso porque a mi se me han pasado volando, todavía recuerdo las meteduras de pata y las incertidumbres en esto de criar a un gato. Cuando apenas tenía un par de meses, puede que tres, ya se subía a todo, parecía recordar su orígenes de gato montuno. Aunque más que los suyos los de su madre, por a él lo rescatamos con apenas un mes.
Teníamos entonces una habitación (la misma desde la que hoy escribo) que era algo así como un trastero/cajón de sastre, estaba pendiente de que realizáramos algunas obras en casa y de mientras todo lo que no queríamos a la vista terminaba allí. Para Piscialetto era todo un paraíso de diversión, con obstáculos, cajas, escondites... y peligros. Allí cazó su primera cucaracha (tampoco es que después hubieran muchas más, si acaso dos) y tuvo su primer accidente. Consiguió trepar hasta un mueble donde teníamos las bebidas alcohólicas, la mayoría olvidadas después de sus celebraciones oportunas. Entre ellas había una de caçacha a medias que había sobrado tras una fiesta a lo cubano, después de pasearse por el mueble sorteando botellas, tiró ésta al suelo. A mi me pilló lejos y anduve buscando un rato de dónde provenía el ruido antes de encontrarme con la escena: Piscia estaba en el suelo nadando en caçacha y con la almohadilla de una pata trasera cortada por los vidrios rotos. Paseaba la lengua de la caçacha al corte y del corte a la caçacha, no sabía porqué alarmarme más, si por el corte o por la borrachera que estaba pillando.
En principio el corte no parecía muy profundo, y si algo me quedaba claro es que estaba de lo más desinfectado, pero el caso es que no dejaba de sangrar... será por aquello de que el alcohol el vaso dilatador... además conforme pasaba el tiempo el gatito tenía signos de estar más pallá que pacá. Era domingo y esperé hasta el lunes por la mañana para llevarlo al veterinario... fue más porque mi pareja me convenció de ello, porque por mí me lo llevaba borrachito y todo a urgencias. Efectivamente, al final no fue nada, tan sólo tuve que limpiarle la herida durante toda la semana hasta que se recuperó.
Esta no es la única carga que tengo en la conciencia... tampién está la vez que lo dejé encerrado en el frigorífico. Me levanté de madrugada a beber agua y él, como de costumbre me siguió, pero estaba demasiado dormido como para darme cuenta, abrí el frigo, bebí agua de la botella y lo cerré. En ese trámite el gatito había saltado a la nevera, como cerré la puerta sin mirar no me dí cuenta, hasta que al llegar a la cama lo eché de menos, siempre estaba a mis pies y quise acariciarlo, casi instintivamente, pero no estaba... entonces escuché unos ruidos rarísimos, como golpes sordos y un maullido muy leve, salí corriendo a la cocina, abrí el frigo y allí estaba con todo el lomo pegado a un melón abierto por la mitad. Así que después del disgusto de ser encerrado tuvo que sorportar su primera ducha .... cómo no voy a perdonarle sus trastadas!

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