miércoles, 18 de febrero de 2009

Nostalgia



 Todos los que opositáis o habéis opositado comprenderéis que son muchas las veces que crees perder la cabeza. Por la presión, la inseguridad y sobre todo porque somos conscientes de hasta que punto no controlamos la situación, ya que en esto de opositar hay un fuerte componente azaroso.

En estas circunstancias llegó mi primer gatito a casa, Piscialetto. Estoy convencida de que la única forma de no perder la perspectiva y de darle a las cosas que nos ocurren su valor justo, es salir de nuestro universo unipersonal y egocéntrico, o lo que es lo mismo, dejar de mirarnos nuestros soberanos ombligos. Cuando recogimos a Piscialetto de la calle, estaba muy enfermito, con diarreas y vómitos debido a que habían desparasitado a su madre mientras esta estaba dando de mamar a los cachorros. Seguro que fue un acto de buena voluntad por algún espontáneo, pero hizo que muriese casi toda la camada.

Así que ese año de oposición no hubo comeduras de coco ni autocompasión, sólo estudiaba y cuidaba al chiquitín. Para mí fue muy importante, ya que estuve a punto de abandonar y gracias a esa bolita blanca y a sus múltiples gracietas, recuperé el ámino. Aunque pueda parecer una tonterías no son pocas las personas que recobran el ánimo  gracias a un animal de compañía ... por eso, y aquí viene lo  duro, cuando a finales del verano murió fue un duro golpe para mí y para mi pareja. Aún lo echo muchísimo de menos, e incluso me parece verlo por el rabillo del ojo. Él me hizo conocer la situación en la que viven muchos gatos callejeros, bajo amenazas provocadas por el hombre ... maltrato, envenenamientos, abandonos, crueldad injustificada ... y también hizo que adoptara a otros dos gatos de la calle: Florinda y Bruno.

Piscialetto no era un gato faldero, y sus muestras de cariño eran doblemente bienvenidas, cuando no quería que lo molestasen se subía al armario. Le encantaba echarse la siesta allí arriba, controlando todo lo que pasara abajo. Con los años perdió agilidad y empezó a dejar marcadas sus uñas traseras en la madera, era un armario viejo y no le dimos mayor importancia. Aunque yo estaba deseando cambiarlo por uno nuevo que llegara hasta el techo, para que abandonara tan pérfida costumbre. Ahora no me desharía de ese armario por nada del mundo ... de hecho estoy pensando en restaurarlo de manera que pueda seguir viendo esas marcas, a modo de "Piscialetto was here"