jueves, 7 de febrero de 2008

Mi vida con Piscialetto (II): Ajuste de Cuentas

Al principio para que no me destrozara el mobiliario, me pasé tres meses con una jeringuilla grandota llena de agua en la mano; cada vez que se colgaba de las cortinas, o se afilaba las uñas en el sofá, agua que te crió (Reconozco que en esta etapa disfruté como un enano).... pero lo de los mordiscos es otra historia. Me mordía los pies, los gemelos, los hombros, la espalda ... y lo hacía con saña. Ahora, desde que tenemos a Florinda, es ella la que lo sufre... bueno, no tanto porque cuando le toca los hocicos, bien que le devuelve los golpes.

Lo peor llegó con el celo, lo llevé al campo en varias ocasiones... pero hijo cualquiera pilla a una gata de éstas, toda acrobáticas y ágiles hartas de sortear gatos. Si no toca, no toca. Al final era peor, porque se estresaba tela y se volvía especialmente violento, incluso me llegó a atacar. Después en casa todo lleno de orines y llantos (no veas, ni Pavarotti, las cantinelas que se gastaba).

Finalmente lo castramos, sé que era lo mejor, pero no fue una experiencia agradable. Ahora es otra vez muy juguetón y adorable, y mimoso y la mar de gracioso. Se vuelve loco por el jamón, la pechuga de pavo y el melón, se niega a beber agua si no es de lavabo del baño y ahora duerme a mis pies (a pesar de tener dos camitas), con la Flori, lo que nos obliga a dormir como los Fenicios de la entrada del Museo de Cádiz.

Ya habréis deducido que se llama Piscialetto, significa literalmente "Meacamas", algo así como meoncetes... lo llamó así por bravucón (va de valiente por la vida pero es un niñato) y porque cuando lo trajimos nos costó mucho acostumbrarlo al pipicat e iba meándose por las esquinas.

Seguiremos informando de este adorable animalucho, que le vamos a hacer.

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